Mis amigos los cuentos

Los cuentos son un recurso maravilloso para la comunicación con los más pequeños...
¿Por qué no los convertimos en un momento mágico?
Nos desplazaremos a un lugar encantado donde los castillos, la corte, los caballeros, las princesas, los reyes, las reinas y los dragones serán los protagonistas de esta aventura,
¿Quieres acompañarnos en este proyecto?

lunes, 23 de febrero de 2015

Aprende con historias magicas


Aprende con historias mágicas

 

Fantásticas historias de Dragones.
¿Qué niño no ha soñado de pequeño con ser un príncipe valiente que lucha contra dragones o una princesa aventurera que salva a su Reino? Los cuentos de príncipes y princesas gustan mucho a los más pequeños de la casa y potencian su imaginación y su fantasía.

Láminas para colorear

Deja volar tu imaginación y colorea.
Te mostramos una serie de personajes muy divertidos que os están esperando para que los coloreéis.
Diviértete junto a ellos y aporta tu magia con la barita del color. 


Princesa y Unicornio
Castillo

Nos adentramos en las profundidades de las historias de dragones y princesas.

Nos adentramos en las profundidades de las historias de dragones y princesas.
Había una vez una princesa muy guapa llamada Zafira, que vivía en un gran castillo, ya que su padre era el rey de Dragolandia. La joven princesa solía pasar el día jugando con sus amigas por las mazmorras del castillo. Pero un día, Zafira salió con sus amigas a pasear por la alrededores del castillo, donde había un bosque repleto de árboles.
Zafira era preciosa, tenía un pelo largo, largo y rubio como los rayos de sol, unos ojos verdes y unos labios rojos cuál carmín.
Cuando se encontraban paseando por el bosque, las niñas notaron que algo se movía entre las ramas de los árboles, pero no conseguían ver qué era…
De repente, un enorme dragón salió volando de entre los arbustos y cogió a Zafira con sus garras. Poco a poco, el dragón se fue adentrando en el bosque.
El resto de niñas, asustadas, salieron corriendo hacia el castillo para contarle al rey lo que había ocurrido.
El rey de Dragolandia se asustó tanto al recibir la noticia de que su hija había sido secuestrada por un dragón, que mandó un ejercito de mil hombres al bosque para buscarla. Mientras tanto, el dragón ya había llegado a su guarida con la princesa.
La joven princesa estaba tan asustada que no podía parar de observar cada uno de los movimientos del dragón, pues temía que la hiciera daño. De repente, el dragón se agachó y dijo: “Princesa, no tengas miedo, no te haré daño, sólo quiero que seas mi amiga"
Cuando Zafira escuchó al dragón, se quedó muy sorprendida. Transcurridos unos minutos, la princesa le respondió: “Pero dragón, yo no quiero ser tu amiga, me das miedo. Además, tú eres un dragón y yo soy una niña, tienes que buscar a una dragona para jugar con ella.
El dragón, tras escuchar a la joven princesa Zafira reflexionó durante unos minutos, y dijo: “Princesa Zafira, creo que tienes razón, debería buscarme una amiga que sea de mi especie. Siento mucho haberte raptado en mi guarida“.
Justo en ese momento, los mil soldados del rey entraron en la guarida del dragón para salvar a la princesa. Zafira vio que iban a disparar al dragón y gritó: “¡Noooo, no disparéis al dragón, no me ha hecho nada, parad!“. Entonces, el dragón puso su mano en el suelo para que la princesa se subiera en ella, y la llevó hasta la salida de la guarida para entregársela a su padre, el rey de Dragolandia.
Desde entonces todas las tardes después del colegio la princesa Zafira se dirigía a la guarida del dragón para jugar con él.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Y colorín colorucho: ¡Nos ha gustado: Mucho!

El gato con botas

Había una vez un molinero cuya única herencia para sus tres hijos eran su molino, su asno y su gato. Pronto se hizo la repartición sin necesitar de un clérigo ni de un abogado, pues ya habían consumido todo el pobre patrimonio. Al mayor le tocó el molino, al segundo el asno, y al menor el gato que quedaba.
El pobre joven amigo estaba bien inconforme por haber recibido tan poquito.
-”Mis hermanos”- dijo él,-”pueden hacer una bonita vida juntando sus bienes, pero por mi parte, después de haberme comido al gato, y hacer unas sandalias con su piel,entonces no me quedará más que morir de hambre.”
El gato, que oyó todo eso, pero no lo tomaba así, le dijo en un tono firme y serio:
-”No te preocupes tanto, mi buen amo. Si me das un bolso, y me tienes un par de botas para mí, con las que yo pueda atravesar lodos y zarzales, entonces verás que no eres tan pobre conmigo como te lo imaginas.”
El amo del gato no le dió mucha posibilidad a lo que le decía. Sin embargo, a menudo lo había visto haciendo ingeniosos trucos para atrapar ratas y ratones, tal como colgarse por los talones, o escondiéndose dentro de los alimentos y fingiendo estar muerto. Así que tomó algo de esperanza de que él le podría ayudar a paliar su miserable situación.
Después de recibir lo solicitado, el gato se puso sus botas galantemente, y amarró el bolso alrededor de su cuello. Se dirigió a un lugar donde abundaban los conejos, puso en el bolso un poco de cereal y de verduras, y tomó los cordones de cierre con sus patas delanteras, y se tiró en el suelo como si estuviera muerto. Entonces esperó que algunos conejitos, de esos que aún no saben de los engaños del mundo, llegaran a mirar dentro del bolso.
Apenas recién se había echado cuando obtuvo lo que quería. Un atolondrado e ingenuo conejo saltó a la bolsa, y el astuto gato, jaló inmediatamente los cordones cerrando la bolsa y capturando al conejo.
Orgulloso de su presa, fue al palacio del rey, y pidió hablar con su majestad. Él fue llevado arriba, a los apartamentos del rey, y haciendo una pequeña reverencia, le dijo:
-”Majestad, le traigo a usted un conejo enviado por mi noble señor, el Marqués de Carabás. (Porque ese era el título con el que el gato se complacía en darle a su amo).”
-”Dile a tu amo”- dijo el rey, -”que se lo agradezco mucho, y que estoy muy complacido con su regalo.”
En otra ocasión fue a un campo de granos. De nuevo cargó de granos su bolso y lo mantuvo abierto hasta que un grupo de perdices ingresaron, jaló las cuerdas y las capturó. Se presentó con ellas al rey, como había hecho antes con el conejo y se las ofreció. El rey, de igual manera recibió las perdices con gran placer y le dió una propina. El gato continuó, de tiempo en tiempo, durante unos tres meses, llevándole presas a su majestad en nombre de su amo.
Un día, en que él supo con certeza que el rey recorrería la rivera del río con su hija, la más encantadora princesa del mundo, le dijo a su amo:
-”Si sigues mi consejo, tu fortuna está lista. Todo lo que debes hacer es ir al río a bañarte en el lugar que te enseñaré, y déjame el resto a mí.”
El Marqués de Carabás hizo lo que el gato le aconsejó, aunque sin saber por qué.Mientras él se estaba bañando pasó el rey por ahí, y el gato empezó a gritar:
-”¡Auxilio!¡Auxilio!¡Mi señor, el Marqués de Carabás se está ahogando!”
Con todo ese ruido el rey asomó su oído fuera de la ventana del coche, y viendo que era el mismo gato que a menudo le traía tan buenas presas, ordenó a sus guardias correr inmediatamente a darle asistencia a su señor el Marqués de Carabás. Mientras los guardias sacaban al Marqués fuera del río, el gato se acercó al coche y le dijo al rey que, mientras su amo se bañaba, algunos rufianes llegaron y le robaron sus vestidos, a pesar de que gritó varias veces tan alto como pudo:
-”¡Ladrones!¡Ladrones!”
En realidad, el astuto gato había escondido los vestidos bajo una gran piedra.
El rey inmediatamente ordenó a los oficiales de su ropero correr y traer uno de sus mejores vestidos para el Marqués de Carabás. El rey entonces lo recibió muy cortésmente. Y ya que los vestidos del rey le daban una apariencia muy atractiva (además de que era apuesto y bien proporcionado), la hija del rey tomó una secreta inclinación sentimental hacia él. El Marqués de Carabás sólo tuvo que dar dos o tres respetuosas y algo tiernas miradas a ella para que ésta se sintiera fuertemente enamorada de él. El rey le pidió que entrara al coche y los acompañara en su recorrido.
El gato, sumamente complacido del éxito que iba alcanzando su proyecto, corrió adelantándose. Reunió a algunos lugareños que estaban preparando un terreno y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que los terrenos que ustedes están trabajando pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en picadillo de carne.”
Cuando pasó el rey, éste no tardó en preguntar a los trabajadores de quién eran esos terrenos que estaban limpiando.
-”Son de mi señor, el Marqués de Carabás.”- contestaron todos a la vez, pues las amenazas del gato los habían amedrentado.
-”Puede ver señor”- dijo el Marqués, -”estos son terrenos que nunca fallan en dar una excelente cosecha cada año.”
El hábil gato, siempre corriendo adelante del coche, reunió a algunos segadores y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si ustedes no le dicen al rey que todos estos granos pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en picadillo de carne.”
El rey, que pasó momentos después, les preguntó a quien pertenecían los granos que estaban segando.
-”Pertenecen a mi señor, el Marqués de Carabás.”- replicaron los segadores, lo que complació al rey y al marqués. El rey lo felicitó por tan buena cosecha. El fiel gato siguió corriendo adelante y decía lo mismo a todos los que encontraba y reunía. El rey estaba asombrado de las extensas propiedades del señor Marqués de Carabás.
Por fin el astuto gato llegó a un majestuoso castillo, cuyo dueño y señor era un ogro, el más rico que se hubiera conocido entonces. Todas las tierras por las que había pasado el rey anteriormente, pertenecían en realidad a este castillo. El gato que con anterioridad se había preparado en saber quien era ese ogro y lo que podía hacer, pidió hablar con él, diciendo que era imposible pasar tan cerca de su castillo y no tener el honor de darle sus respetos.
El ogro lo recibió tan cortésmente como podría hacerlo un ogro, y lo invitó a sentarse.
-”Yo he oído”- dijo el gato, -”que eres capaz de cambiarte a la forma de cualquier criatura en la que pienses. Que tú puedes, por ejemplo, convertirte en león, elefante, u otro similar.”
-”Es cierto”- contestó el ogro muy contento, -”Y para que te convenzas, me haré un león.
El gato se aterrorizó tanto por ver al león tan cerca de él, que saltó hasta el techo, lo que lo puso en más dificultad pues las botas no le ayudaban para caminar sobre el tejado. Sin embargo, el ogro volvió a su forma natural, y el gato bajó, diciéndole que ciertamente estuvo muy asustado.
-”También he oído”- dijo el gato, -”que también te puedes transformar en los animales más pequeñitos, como una rata o un ratón. Pero eso me cuesta creerlo. Debo admitirte que yo pienso que realmente eso es imposible.”
-”¿Imposible?”- Gritó el ogro, -”¡Ya lo verás!”
Inmediatamente se transformó en un pequeño ratón y comenzó a correr por el piso. En cuanto el gato vio aquello, lo atrapó y se lo tragó.
Mientras tanto llegó el rey, y al pasar vio el hermoso castillo y decidió entrar en él. El gato, que oyó el ruido del coche acercándose y pasando el puente, corrió y le dijo al rey:
-”Su majestad es bienvenido a este castillo de mi señor el Marqués de Carabás.”
-”¿Qué?¡Mi señor Marqués!” exclamó el rey, -”¿Y este castillo también te pertenece? No he conocido nada más fino que esta corte y todos los edificios y propiedades que lo rodean. Entremos, si no te importa.
El marqués brindó su mano a la princesa para ayudarle a bajar, y siguieron al rey, quien iba adelante. Ingresaron a una espaciosa sala, donde estaba lista una magnífica fiesta, que el ogro había preparado para sus amistades, que llegaban exactamente ese mismo día, pero no se atrevían a entrar al saber que el rey estaba allí.
Su majestad estaba perfectamente encantado con las buenísimas cualidades de mi señor el Marqués de Carabás, y observando que su hija se había enamorado violentamente de él, y después de haber visto sus grandes posesiones, y además de haber bebido ya cinco o seis vasos de vino, le dijo:
-”Será solamente tu culpa, mi señor Marqués de Carabás, si no llegas a ser mi yerno.”


El marqués, haciendo varias pequeñas reverencia, aceptó el honor que Su Majestad le estaba confiriendo, y enseguida, ese mismo día se casó con la princesa.
El gato llegó a ser un gran señor, y ya no tuvo que correr tras los ratones, excepto para entretenerse.

domingo, 22 de febrero de 2015

PILOCHA

Había una vez un bosque. En el bosque un árbol, y en el árbol una rama, una rama... que no quería ser rama. Un día de tormenta se partió la rama.

-¡Yupi, estoy libre! Ahora podré jugar, correr y saltar como una niña.
- Qué tonterías dices - murmuró un gusanito - ¡Cómo vas a ser como una niña si no tienes cabeza!
- Ya sé, me pondré una sandía! - gritó - ¡Soy una niña, soy una niña!
- ¡Tonterías, las niñas tienen dos piernas y dos brazos! - dijo una lagartija que pasaba por allí.
- Ya sé, me pondré dos palos y unas ramas que terminen en palitos para tener manos.
Se los ató y gritó: ¡Soy una niña, soy una niña!
- ¡Tú no eres una niña!, no tienes ojos, ni boca, ni nariz, ni pelo - dijo un pájaro que estaba cerca.

- ¡Soy una niña, soy una niña!

- ¡Cuántas cosas!, buscaré una zanahoria para la nariz, dos castañas para los ojos, dos cáscaras de naranja para las orejas, un poco de hierba para el pelo y me haré la boca en la sandía.
- ¡Yupi soy una niña!, ¡Soy una niña!
- Croa, croa, croa, ¡qué tonterías!, eres un palo con una sandía; las niñas tienen cerebro, tripa, lengua y de todo.
La rama pensó que nunca sería niña y se puso a llorar y llorar.
-¡Soy una niña, soy una niña!
Los animales del bosque al verla tan triste llamaron a una estrella que concedía deseos.
- ¿Puedes ayudar a esta rama que quiere ser niña?
- Sí, pero antes tenéis que ponerle un nombre.
- Conozco un cuento de un muñeco que se llama Pinocho - dijo la rana.
- ¡Qué nombre tan bonito... PILOCHA, PILOCHA, PILOCHA! Exclamó la tortuga que era un poco sorda.
La estrella la convirtió en niña. Cuando la rama vio que tenía brazos, piernas, tripa y de todo se puso a saltar y cantar de alegría: ¡Soy una niña, soy una niña!
Tanto saltó y bailó que...
- ¡Ay, ay, ay! Me muero, me muero, me duele mucho la tripa.
- Croa, croa, croa, no te mueres, sólo tienes que comer; te duele la tripa porque no has comido - dijo la rana.
Pilocha cogió fresas y se las comió: -¡Humm... qué ricas!
-¡Ay, ay, ay! me muero, mi tripa, mi culito, me duele, me duele, me duele.
- Croa, croa, croa, ¡Qué te vas a morir! Las niñas después de comer tienen que hacer caca.
Pilocha hizo caca y como estaba tan cansada, ¡Plaff! se sentó encima.
- ¡Qué mal huele, nadie va a querer ser amigo mío con este olor!
- Croa, croa, croa, sólo tienes que lavarte.
Pilocha se lavó. Estaba muy contenta porque creía que había aprendido todas las cosas que hacían las niñas. Pero...
- ¡Ay, ay, ay, me muero, se me cierran los ojos, me caigo al suelo!
- Croa, croa, croa, ¡Qué te vas a morir! Sólo tienes sueño; las niñas por la noche tienen que dormir para poder soñar.
Pilocha cerró los ojos y se durmió. Entonces sintió las manos de su mamá que la despertaba.

La Bruja Marisa no tiene sonrisa




Este cuento es de cosecha propia, y se podría incluir en la categoría de los cuentos emocionales. Espero que lo disfrutéis. He adjuntado una imagen de las marionetas que elaboré para la representación del mismo. A los niños de E.I. les encantó.

 

 LA BRUJA MARISA NO TIENE SONRISA


La Bruja Marisa no tiene sonrisa

Tenemos que ayudarla, ¡deprisa, deprisa!



La Bruja Marisa muy sola estaba

Porque no tenía amigos,

Ni nadie que la mimaba



Los niños tenían miedo de ella,

Quizás porque ella no fuera la más bella.



Su corazón estaba triste, muy triste,

Quizás porque nadie, ni niños ni mayores,

Le contaban ningún chiste.



Un día cualquiera, por el bosque paseaba,

Con los hombros caídos y la cabeza agachada.

-¡Socorro, socorro!-, exclamó una dulce vocecita,

Corriendo deprisa, la Bruja Marisa,

Llegó a donde estaba la pequeña Carmencita.



Al ver a la Bruja, asustóse la pequeña,

Que atrapada se hallaba bajo un tronco de leña.

-“Abracadabra, pata de cabra

Bada dadaba dibidi dibu”-

Hasta el cielo se elevó el tronco de leña

Para liberar la pierna de la pequeña.



Carmencita, agradecida, esbozó una sonrisilla,

Mientras que a la Bruja Marisa se le escapó una lagrimilla.



-¿Por qué estás triste, Bruja buena?

Si me has ayudado a liberar mi pierna-.



La Bruja Marisa agachó la cabeza

-no sé reír-, susurró con torpeza

-los niños tienen miedo de mí,

Hace mucho tiempo, eso descubrí.



-¿Cómo te llamas, brujita sin sonrisa?-

Pero hace tanto tiempo que nadie la llamaba,

Que ni siquiera de su propio nombre se acordaba.

-Ah, ya sé, creo que me llamo Marisa-,

Y añadió nuevamente con la cabeza agachada,

-la Bruja que no tiene sonrisa-.



-Pues yo soy Carmencita,

Y me he perdido en el bosque

Llevando una cesta al porche

de la casa de Caperucita.



La Bruja Marisa las cejas atenta levantó,

Pues quizás no tuviera sonrisa,

Pero sabía hacer magia muy deprisa.



De su bolso roto y viejo

Sacó una bola de cristal y un librejo,

La bola era brillante,

El librejo era gigante.



-“Abracadabra, pata de cabra

Bada dadaba dibidi dibu”

Muestra a la niña perdida

el camino que ella decida-.



-A casa de Caperucita-,

Exclamó Carmencita.

En la bola brillante de cristal,

Apareció un mapa diagonal

Que el camino mostraba

Para ir en escoba.



Así fue como la Bruja Marisa

Llevó en su escoba a Carmencita,

Para ir a casa de Caperucita,

Mientras que la pequeña, esbozaba una sonrisa.



-Ya hemos llegado,

El viaje se ha acabado-,

Exclamó la Bruja Marisa,

Que aún no tenía sonrisa.



-Gracias por ayudarme-, dijo Carmencita.

-Espero que pronto encuentres tu sonrisa-,

Le susurró a la Bruja Marisa

Y entonces con fuerza a la bruja abrazó,

Mientras que una lágrima se le escapó.



Una ráfaga de viento su pelo alborotó,

Trajo algo consigo

Que en la cara de la bruja se posó.



¡Era una sonrisa!, para la bruja Marisa,

Que desde ese día

ya no tenía triste el corazón,

Porque descubrió la amistad y el amor,

Y decidió ser bella como una flor.